7/20/2008

No apto para sensibles

Esta es una historia triste:

Por casualidad, le dijeron a él, tres años de novio, que la única manera de descubrir si estaba realmente enamorado de una mujer, era imaginándola en el baño. Así lo hizo, y la imagen lo persiguió por días. Con el tiempo, empezó a tener pesadillas, pesadillas en las que se la imaginaba en esa espantosa situación, y después, durante el día, se proyectaban esas imágenes en su trato con ella. Cuando quería tomar una sopita, no podía evitar acordarse, y su plato tomaba tonos insospechados, lo mismo que el helado de chocolate, que se le derretía en la boca de la impresión, y el trauma.
No lo pudo soportar mucho tiempo. A los dos meses, se pegó un tiro en la cabeza en el baño de la casa de ella.
Justo de ella, que en joda, le dijo la manera de probar su amor. Hizo cagada.

7/06/2008

Cruzada contra los metrosexuales

Es peligroso ser metrosexual. Que lo prohiban. Que lo prohiban ya. Si no, bien valdría escuchar la vieja historia:
El hombre se admiraba a sí mismo. Narciso posmoderno, no quitaba la vista del espejo del auto, cuidando sus detalles.
Entonces en la cabeza se le hizo una laguna. Y se cayó adentro.

No vio el auto que cruzaba la calle.

7/03/2008

La verdad sobre Fausto

Cuentan los que saben, que Juan Perez Fausto, cierta vez perdió a su novia en un accidente automovilístico. Dolido por la perdida, apenas salió del auto, completamente ileso por esas casualidades del destino, se le apareció el Diablo. No me pregunten cómo se veía Mandinga. Es absurdo, siempre viste un disfraz distinto.
Pero lo importante es que le hizo una proposición a Fausto: Devolverle al amor de su vida, a costa de su alma. Si aceptaba, tendría que pasar una Eternidad en el Infierno. Llevado por el dolor y el amor que sentía por su novia, Juan Perez Fausto aceptó.
Cuando llegó a su casa, lo recibió su novia. Estaba viva. Sana y salva. Lleno de felicidad, Fausto se encerró con ella hasta el amanecer, disfrutando de verla de nuevo. Y fue así los días siguientes. Ella le preguntaba por qué ahora era tan romántico, ignorando el detalle de su propia muerte.
Pasaron los meses, y el noviazgo prosperó. Entonces Juan Perez Fausto pensó que había vencido al Diablo, y que este no iba a venir a cobrar su deuda. Y se casaron.
Fue así que Juan Perez Fausto se dio cuenta de que Mandinga no era ningún boludo: Apenas se casó, su vida se transformó en un Infierno.