8/11/2008

Noche 1002

Ahmed vio a su fantasma sentado en su cama. Acababa de despertar y ver esa figura ahí, como un espejo del porvenir, fue chocante. Tenía la cara desencajada de terror, los ojos desorbitados, y en su cara podía verse una locura recién nacida. Un estado lamentable el de su fantasma.
Igual al que tenía Ahmed cuando lo encontraron muerto esa mañana.

8/08/2008

Mordiéndose la cola

Cuando se dio vuelta, el colectivo estaba encima de él...
Todavía tenía los recuerdos frescos de ese, el día en que se enfrentó con la muerte, y vio pasar toda su vida frente a sus ojos como en una película norteameriyanki...
Habían pasado más de veinte años, pero no conseguía deshacerse de la culpa que tenía atornillada a su sombra, desde esa tarde, en esa esquina donde se cruzan los atajos, en medio de una ciudad anónima, de vientos que van y vienen. En su frente se reproducía la escena, como en un cine, para que todos vieran como lo dejaba morir, allá, a lo lejos, al enmascarado que le había salvado la vida.
Tatuada en sus oídos llevaba la última risa de ese NN, que nunca había llegado a conocer ni a agradecerle, porque se fue, se fue lejos, y lo abandonó, como un cobarde. Tatuada la llevaba, porque no entendía de qué se reía, y eso lo torturaba. Con los años, supuso que se reía de él, que no tuvo la dignidad para ayudarlo.
Pero ahora podía solucionar el problema. Después de emborracharse con miles de rockanroles, de sufrirles sus desgracias a luna, y regalarle recuerdos a los colectivos rellenos de gente, había fabricado, en el baño de su casa, una máquina del tiempo.
Para que nadie del pasado lo pudiera reconocer, y así no alterar el tiempo y el espacio, se puso una máscara antes de viajar. No fuera cosa que su salvador, a pesar de cómo el tiempo lo había castigado, lo reconociera. Esperaba poder reconocerlo él, porque su memoria, con los años, se vino abajo, y apenas si se acordaba de esa esquina, vieja esquina.
Ahí estaba, él cruzando la calle, y él, viéndose cruzar la calle. Y el colectivo, que parecía lejos, y por eso había cruzado, y el colectivo, que se revelaba cerca más allá de subjetividades. Y su salvador no aparecía. Espero un poco más, pero no apareció. No quedaba mucho tiempo, él seguía caminando y el coletivo se acercaba y el héroe desaparecido, ¿quién podía ayudarlo?
Cuando se dio vuelta, el colectivo estaba encima de él...
Pero su yo del pasado, vivito y coleando, a unos metros. Lo notaba confundido, pero él no lo estaba. Esta contento, porque se había salvado, para darse una nueva oportunidad de salvar a su héroe. Seguramente, no había aparecido, por haber estado él para salvarse, pero podía ser que la próxima vez no fuera así.
Y entonces, se dio cuenta de que nunca iba a estar su salvador. Era él, y con el tiempo, ese que estaba ahí, a un lado, inconsciente, iba a salvar al mismo traidor que en un ratito lo iba a abandonar. Era uno y millones al mismo tiempo.
No, faltaba algo. Sí hubo un salvador. Porque no se acordaba de que fuera así como pasó. Faltaba algo, en sus recuerdos sabía que faltaba algo, aunque no se acordaba lo que fuera. Entendió que estaba equivocado, que tenía razón al pensar que su salvador había hecho un paso al costado por estar él, y que, la verdad, tenía una memoria de mierda.
Sí, estaba viejo y olvidadizo, pensó. Y empezó a reir.