9/08/2008

El dictador

Sentado abajo de un árbol, comiendo nísperos, Jorge miraba volar los pajaritos, mientras por su mente cruzaban mil planes de batalla.
Era más ambicioso que los demás. Había leído la historia de las grandes batallas de hombres muertos, de los que no queda nada bueno, y se sintió identificado. Quería descansar en libros de Historia por genocidios similares. Es un camino sencillo a la fama. Matás mil infelices y cualquiera sabe tu nombre. Ni Youtube consigue eso.
Y se imaginaba campos inmensos de exterminio, la negociación con otras potencias, los rechazos de ofertas generosas y la locura, locura total, de matar, matar y matar, al que no pensara como él, aplastar hippies miserables con tanques sin remordimientos, acribillar librepensadores con ametralladoras sádicas, de esas a las que les gusta arruinar familias. Los secuestros, los asesinatos, que nadie pronuncie mi nombre, que este y aquel están prohibidos, que listas negras, de tantos nombres escritos. ¿Resistencia? Nadie va a resistirse. Las molotov les van a explotar en las manos, para que no pueda graffitear sus pensamientos.
Y van a morirse. U obedecer.
Nadie va a querer morirse, y hacer historia.
La historia es de lo valientes. Por eso ciertos individuos promovieron el Fin de la Historia.
Y al final, después de haber conquistado todo, de tener el mundo completo en su puño, de ser el gran dueño de todo, se imaginaba tranquilo, viendo volar a los pajaritos, sentado abajo de un árbol, comiendo nísperos.

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